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Español inclusivo a mitad de camino

Últimamente, he leído varias publicaciones en las redes sociales que intentan incorporar una variedad de novedades lingüísticas para incluir a todas las personas en un texto, sin distinción de género. Me refiero al uso de la /x/, la /e/ y el de pronombres como elle con propósito de inclusividad. Este ejercicio es importante y necesario, pero francamente me vuelve loca. No por sentimientos de intolerancia, rechazo o incomodidad, sino porque lingüísticamente terminan llevándome a un callejón sin salida. Tan pronto comienzo a leer una publicación con este contenido, me tropiezo con varias preguntas a las que nadie tiene respuesta. Entonces, procedí a estudiarlo un poco.


Una práctica común mía es orientarme acerca de temas que desconozco antes de emitir cualquier pensamiento u opinión sobre ellos. Así que decidí revisar algunas páginas de vocabulario relacionado a la comunidad LGBTQIA+ (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, intersexual, asexual y otros, por sus siglas en inglés) y después de informarme, me sentí lo suficientemente cómoda como para poder componer este escrito. Este ensayo tiene el propósito de abrir el diálogo sobre las implicaciones lingüísticas de un formato neutral aparentemente inconsistente hasta el momento (o quizás desde donde lo leo).


Cuando visité dos páginas Web que ofrecen glosarios de términos LGBTQIA+ (el sitio de la Campaña para los Derechos Humanos y el de The Safe Zone Project), me alegré de haber encontrado términos que me describen: cisgénero, heterosexual y el que quiero utilizar para establecer el tono de este escrito: aliada. Me gustaría presentar algunos problemas con los que me he topado, y a través de mi experiencia lingüística, discutir los posibles traspiés que estos problemas generan y cómo abordarlos. Debo aclarar de antemano que de ninguna manera tengo la intención de desafiar la identidad de nadie, ni de desmentir ideologías, identidades, preferencias, orientaciones ni procesos. Esto es meramente sobre la lengua hispánica y cómo, al final del día, debe encontrarse con esta comunidad a mitad de camino.


1. Desde que noté estos intentos de inclusión, siempre he pensado que la forma más acertada de iniciarla en nuestra lengua es mediante el vocabulario. Al revisar los glosarios que mencioné antes, confirmé que la RAE (sé que para muchos es una autoridad problemática, pero también hay que reconocer el peso que tiene en reconocer vocablos) aún no ha aceptado palabras como agénero, queer, bicurioso, entre otras. Entonces, se vuelve un asunto más complicado porque la lengua necesita un precedente para poder proveerle un pronombre. Por ejemplo, si la lengua no reconoce lo que es un agénero, muy difícilmente podrá generarle un pronombre a esa clase de entidad. El vocabulario (la semántica) es uno de los elementos de carga significativa en un idioma y mediante este aspecto es que recibe la mayor cantidad de entradas nuevas. Por eso, creo que una gran estrategia sería la de abogar por la inclusión de términos nuevos, en vez de imponer géneros o pronombres para palabras que normativamente aún están ausentes. Una vez incluidos, harán espacio para pronombres y géneros nuevos.


2. El monstruo más grande con el que se enfrenta la inclusión en la lengua hispánica es el género masculino gramatical, por ser el que se utiliza cuando se habla de grupos mixtos. Ciertamente es lamentable porque, como me enseñaron hace años, la lengua es un reflejo de la sociedad que la habla. El que se hable de “maestros” cuando hay 49 mujeres y un hombre en ese plural es un breve reflejo de una historia de devaluación femenina, y que hace eco de épocas monárquicas y feudales. A su vez, no me resisto a hacerme la siguiente pregunta: ¿Por qué tratamos al género gramatical como al género humano? Recuerdo que, hace años, cuando enseñaba español como segunda lengua, les explicaba a mis alumnos que las palabras se clasificaban de masculinas y femeninas. Que estas palabras no tenían nada que ver con quien las usa (a menos que lo describa). Que todos usamos palabras femeninas y masculinas. Mi acercamiento a este polémico tema me ha llevado a desexualizar la lengua, o sea, que para mí, el género gramatical no tiene vínculos con el género/sexo humano. Es un tecnicismo, por decir así. Este dilema se intensifica cuando observamos cómo la lengua ha perpetuado ciertas versiones femeninas como denigrantes o inferiores. Entre ellas, se puede mencionar al zorro versus la zorra, el manzano (árbol) versus la manzana (el fruto) y mujerzuela, palabra que no tiene homólogo para los hombres. Es largo el camino…


3. Partiendo del punto anterior, entiendo que la urgencia por incluir mínimamente a los géneros/sexos binarios ha hecho que muchas personas expresen explícitamente ambos géneros/sexos. Un ejemplo que he visto dice algo así: Buscamos a niños y a niñas. En nuestros tiempos, el masculino gramatical plural ha caído en desgracia por tildarse de machista y excluidor. Por otra parte, el problema que entonces vemos es que al final, no resulta muy práctico. Se debe a lo que los lingüistas llaman la ley del esfuerzo mínimo. Un ejemplo simple: si tenemos dos palabras que describen el mismo objeto, tendemos a escoger la palabra que tenga menos sílabas porque para nosotros, la efectividad del idioma es decir lo más que podamos con las menos letras/sílabas que podamos. Entonces, si vamos a emplear tantas palabras que con menos pueden decir lo mismo, lo ideal sería usar aquellas que denoten un género neutro. Así, el ejemplo anterior puede reducirse a: Buscamos a jóvenes/personas de equis edades. Esta sugerencia la hago porque me consta que la lengua tiene varias palabras que, además de cumplir el propósito, sirven para ampliar su vocabulario.


4. Este punto es el que la mayoría de las veces me deja atascada. Como aliada, me encanta que las personas encuentren formas creativas de expresar las identidades no binarias en un texto. Es lo justo, ya que nosotros somos quienes le damos vida al idioma. Lo que me saca de las casillas es la inconsistencia en sus propuestas escritas, aun en la misma oración. Cuando pensaba que se sustituirían las letras que indican género con la /x/ (alumnx, lxs, empresarixs), veo que otros usuarios prefieren usar la /e/ (alumne, les, empresaries), o que unos otros lo presentan todo en femenino (alumna, las, empresarias). En una misma oración vi que alguien los mezcló, algo así como: Buscan a niños y a niñas de equis edades estudioses. Miren, lo que hace que una variable sociolingüística (término nuevo en una sociedad) se vuelva un término aceptado es el hecho de que toda una comunidad valide el término, y lo use de manera efectiva y constante. Mi ejemplo favorito es el de la palabra /china/, variable puertorriqueña porque todos estuvimos de acuerdo en llamarle /china/ a lo que muchos otros llaman /naranja/, y con el uso continuo llegó a su estado de aceptación. Yo les pido, de todo corazón, que se pongan de acuerdo, porque lo único que veo en las redes es que la gente escribe lo que le da la gana. Eventualmente, esa inconsistencia va a hacer que estas propuestas de género neutro caigan en desuso por falta de consenso. Es un consejo escrito con la mejor de las intenciones.


5. El otro tema que me deja en la incertidumbre es el de la pronunciación. Si partimos del punto anterior, supongamos que la comunidad decide que los géneros se neutralizarán con la /x/. Ahora la pregunta es: ¿Cómo se va a pronunciar? Esta pregunta es crucial por varias razones. Primero, tiene que estar en acorde con la fonología hispánica, o sea, que no puede sonar como de otra lengua. En este caso, lo ideal sería la /e/, por los precedentes de /estudiante/, /actores/, /fáciles/, entre otros. Segundo, debe tener sonido porque si no, dificulta su uso y se deja de usar. Si alguien piensa que solo se limitaría a ser escrito, me temo que el ejemplo que puedo mencionar de una lengua que murió por solo escribirse sin hablarse (o no ser hablada por muchos) fue el latín culto. Una lengua que no cambia es porque no se habla, y una lengua que no se habla es una lengua muerta. Tercero, debe tener una pronunciación y un propósito para todos sus hablantes. Hace poco, vi una publicación en inglés en la que se incluía la /x/ en womxn, pero no para men. Como era de esperarse, alguien que se identifica como parte de men preguntó por qué no podía adjudicársele mxn y qué debía hacer para que se pudiera usar con la /x/. Yo entiendo que estos fenómenos son relativamente recientes, o que están saliendo a la luz más en estos tiempos, pero son consideraciones importantes que deben tomarse a la hora de implementar estos cambios.


¿Será que, al final, es una cuestión de audiencia? Y eso, ¿nos hará dividirnos aún más?


Pido disculpas si parezco purista o de la corriente normativa. La realidad es que expongo estas inquietudes porque entiendo que al igual que un vehículo, la lengua es un mecanismo que transporta mensajes y que se sustenta de cierto combustible. Como toda máquina, funciona de cierta manera y demanda un mantenimiento particular para poder correr. La única manera en la que una lengua sobrevive es mediante nuevas acepciones, esas que le permiten mantenerse relevante y actualizada. Nosotros como hablantes somos responsables de proveer este combustible, ajustando la lengua a nuestras realidades y necesidades contemporáneas. Ciertamente, el género masculino gramatical no refleja a todos los hispanohablantes del siglo XXI. Está en nosotros formular propuestas que no conviertan al español en otra lengua, en una lengua desordenada en la que nadie se entienda, causando aún más divisiones entre sus practicantes. Desarrollar la tolerancia para comprender que una persona como mi madre, de 74 años, se ha fosilizado en su dialecto de manera que las /x/, /e/, elles y otros no hacen sentido o no tienen relevancia. Antagonizarla también es un acto de exclusión. Y por eso, precisamente, es que no se le debe tildar de intolerante, ya que la lengua le pertenece a ella también. Deberíamos ayudar a que el español se vuelva inclusivo y un agente catalizador para igualar las condiciones de todos sus hablantes.


Gracias por leerme y te invito a que dialoguemos sobre esto.

Con cariño y empeño,

Una aliada



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