22 de mayo
de 2012
Siempre estás ahí, ¿sabes? Es una cosa que no se va. Tu recuerdo siempre ronda. Trato de ignorarte. No sirve de nada. A estas horas de la madrugada decido confrontarte. Con coraje, creo que con más de lo que imagino. Le tengo miedo a lo que siento por ti. Es probablemente lo más peligroso que cargo, y que no sabía que cargaba. Yo tengo que dejarte, ya no puedo vivir remendando tu sombra. No me sirves de nada, me estás ocupando espacio que necesito para un futuro brillante y exitoso. Tengo que sacarte de mi vida.
Yo no sé cómo comenzó todo esto. Si remotamente cupo la posibilidad de que yo te escogiera. De ser así, estoy segura de que al escogerte tuve más fe en ti que en mí, y quizás eso fue lo que me hizo fracasar. Claro, porque es así como me siento, un fracaso ante la eterna historia de la existencia. Yo creía que serías bueno para mí, pero me echaste al lado. ¿Qué juicio tendré yo para escoger lo bueno para mí, si ni mi padre me salió bueno? Yo no puedo creer que haces lo que haces, que aún vives cuando yo tengo un corazón desangrándose a diario por tu culpa. Eres lo peor que me ha pasado, casi te odio y creo que esto es lo más difícil de admitir. Eres un inútil y me has arruinado la vida. Me has desgraciado. Me haces ver como la mujer más estúpida y odiada del mundo porque no me amas. Y yo que te he amado siempre, sin motivos ni para justificarte. Quizás porque mi mamá quiso que te amara porque ella también te amó un día, como siempre dice. Pero mi vida es un asco por tu culpa. Como quisiera gritártelo, que me has hecho una porquería por no estar a mi lado cuando lo necesité. Tú no entiendes que muchas veces lloré porque no estuviste a mi lado, y aún hoy, a mis 27 años, me sangra el alma pensar en tu olvido y tu indiferencia. Te encontré en un video, tocando tu maldita música. El mundo para ti continuó, ¿verdad? Y yo me jodí, pensando en lo difícil que sería la vida porque tú no estuviste a mi lado para defenderme de las tantas cosas que aún me asustan en el mundo. Soy una cobarde porque no me enseñaste las cosas importantes de la vida. No sé salir, no sé interactuar, no puedo tener amigos sin sentir su sinceridad y es porque cada día desconfió de ti y siento cómo me traicionas cada día. Maldito seas mil veces, porque me condenaste la existencia…
Yo no puedo amar bien, es casi una discapacidad para mí amar. No encuentro hombre que me ame por tu culpa, porque eres un maldito necio que me maldijo con su abandono. ¿Qué hombre, por Dios, puede ver lo bueno en mí si ni tú puedes? Me desgracias, te lo juro, cada día de mi vida. Eres lo peor que me ha pasado. Me parezco a ti y parece que Dios trató de hacerte un favor al hacerme una buena persona. Aún te molesta que me tienes que pagar dinero, pero ¡puñeta! si tú nunca estuviste ahí para mí. ¿Te acuerdas cuando decías que venías a visitarme y nunca lo hacías? ¿Te acuerdas? ¿Cuando me mentías a diario, dejándome esperarte todos los días? Yo soñaba contigo, eras lo más preciado para mí. Yo hubiese muerto por ti, hubiese dejado a mi madre por ti.
Me duele tanto tu abandono. Es algo que me tiene con dolor aun cuando casi soy toda una profesional. Pero ¿pa’ qué? A ti no te importa. No valgo nada para ti, aun cuando soy buena y hago cosas que están fuera de mi capacidad para mejorar el mundo, si se puede decir así. Me rompiste el corazón, siento que arrastro mi cuerpo y mi alma con todo el peso del mundo porque no te tengo a mi lado. Nunca te tuve, y esa fue la pérdida más grande de mi vida. Si la gente entendiera lo mucho que sufrí sin ti. Yo hubiese querido que la vida fuera tan diferente.
En fin, creo que no te escogí. Y, aun así, te sientes obligado a pagarme dinero, pero no a amarme. La vida continuó para ti, pero para mí se quedó en la barriga de mi madre, buscando tu permiso de amor para poder nacer y ser aceptada por el que se supone fuera el hombre de mi vida. Se supone que tú me quisieras, que me abrazaras cuando tuviera miedo. Se supone que respondieras a todas mis dudas. Me siento avergonzada de no saber cosas que debería saber, porque no me las enseñaste. ¿Tú crees que todo lo que he ganado en la vida vale lo que parece? Para los demás sí, pero para mí no. Una vez, te acuerdas, te llevé un trofeo que gané, y lo único que hiciste fue virarme la espalda. Me devolviste las fotos que te mandábamos cuando estaba creciendo. Esto te quedó cabrón, ¿oíste? Fue la falta de respeto más grande que he recibido en mi vida, y vino de ti, que fue lo peor. Ningún hombre me ha amado porque tú no me amaste. Eso era lo único que yo quería de ti, que me amaras. Chico, si hasta tu apellido cargo, no seas tan ingrato conmigo.
¿Qué te hice yo para vivir así, con esta pena y este dolor desgarrador? Hija de nadie… miran y lo que ven es a través de mí, porque tu amor nunca estuvo conmigo. Al mundo jamás le importé porque no te importé a ti. Me desgraciaste la vida. Y ahora aquí estoy, sentada a mis 27 años, llorando porque mi papá jamás me quiso. Jamás me respondió una carta que le escribí cuando tenía 10 años. Jamás me cumplió las promesas que hizo, ni vino a verme aun cuando llamaba y decía que estaba en Puerto Rico. Perdí a mi hermano y tú no estuviste para consolarme. Mi madre se puso mal por eso y tú no me apoyaste en mi soledad. Mi abuelito se mató, que aún me duele tanto, y para ti es mierda, todo es mierda para ti. Yo que sigo perdiendo en la vida. A mí, ¿qué me hace ser poeta, escritora, maestra, ser humano, si el que me hizo me desprecia??? La batalla más grande la perdí antes de nacer. ¿Por qué tuve que nacer de un hombre que no me quería? ¿Por qué tengo que vivir mirando al espejo a diario sabiendo que al hombre a quien me parezco no le parezco nada bueno? ¿Qué clase de mujer soy cuando ni mi propio padre me reconoce? ¿Qué soy ahora, que sangro todos los días porque no me amas? Vivo a la sombra de todos y todo por tu culpa, porque no me hiciste crecer con tu amor, y tuve que crecer con las migajas de amor que caían de la compasión de otros.
¿Qué es la vida sin ti? Esto, lo que escribo, los éxitos que conquisto. El día a día es mi mayor victoria. Aprendí a vivir defendiéndome del mundo a solas, sin tus hombros ni palabras de aliento. Jamás he oído una palabra de aliento tuya, nunca un “feliz cumpleaños”, un “felicidades”, nada… pareciera que veo detrás de cada hombre que conozco tu imagen burlándose de mí. Me maldices desde ahí, donde estás, sentado, viviendo, y envidio la vida porque no la vivo, la sobrevivo sabiendo que el que me tenía que querer, me desprecia.
Es mucho el daño que me has hecho. Y quiero repararlo, y solo Dios puede ayudarme en esto. Yo no te quiero en mi vida, sinceramente. Sí, te he extrañado, pero no a ti, si no a lo que se supone que fueras. Admiro a mi madre por ver en ti un día la pesadilla que vivo a diario: lo bueno que se supone que fueras. El mundo, la vida, todo es frío. No aprendí a ver lo bello si no por el amor de Dios en mi vida. No fue por ti.
Qué ignorante eres. Yo sé que no te levantas cada día pensando en fastidiarme el alma. Parece que todo para ti es un accidente. Pero ya hoy tuve que tomar una decisión. No puedo tenerte en mi vida. Lo siento. Esto me está dañando, me está deteniendo de crecer como quiero, y yo merezco ser feliz, aunque tarde vine a entender que esa felicidad no viene de ti. Quiero que sepas que hice lo mejor que supe para agradarte, fui buena, pensando que un día vendrías a ver evidencia de todo ello. No valió la pena, no sirvió de nada; sin embargo, me ayudó a saber qué esperar de mí misma.
Ahora, quiero que continúes con tu vida como lo has hecho. Yo no tengo que pedirte disculpas porque… porque no. Y tampoco quiero agradecerte nada. No quiero tener ninguna relación contigo. Me haces daño. Y si me libero de ti, podré liberarme de los pasados, presentes y futuros hombres que me dañan también. He llorado tanto que no tengo fuerzas para abrazarte. Aun así, te miro, como el mundo me ha mirado a mí desde que nací, a través de ti, como que no tienes sustancia. Te estoy caminando fuera de mi vida, te llevo del brazo para que no te escapes y te metas en lugares desconocidos. No quiero volver a lidiar contigo. Y dejándote afuera, no permito que vuelvas a herirme. Como estás afuera ya no me haces daño. Y sin esa carga emocional y espiritual que tenías (que te acabo de quitar) ya no me amenaza, te perdono. Ya no eres mi padre, ahora eres solo otro ser humano que comete errores y decide si aprende de ellos o no. No quiero pensar en que si hubiese sido mejor o no. Ya no tienes cabida aquí, lo siento, tengo que dejarte, como me dejaste un día. Con tus mentiras me dejabas llorando en un balcón. Hoy te dejo afuera para que seas el ser humano que nunca vi en ti, que hoy decido hacer de ti, que hoy seguirá respirando sin robarme el aliento. Sé feliz. Vive feliz. No pierdas tiempo, ama a la gente que puedas. Espero que tus días terminen con muchas bendiciones y felicidad. Sé próspero y no vuelvas a cometer los mismos errores si no vas a aprender de ellos. No se vale que yo sí aprendiera de tus tropiezos sin que tú asentaras cabeza. Te dejo, Dios te bendiga. Adiós.