16 de julio
de 2019
Nadie me ha preguntado aún, pero estoy deseosa de compartir algunos pensamientos e ideas de lo que está sucediendo en la isla en estos momentos. Sinceramente, podría resumirlo con tan solo decir que hacía tiempo que el pueblo se hubiera manifestado colectivamente de esta manera. Si me preguntan, la última vez que recuerdo haber visto un evento sin fines partidistas y que tendría como efecto unir al país bajo una misma demanda, fueron las desobediencias civiles en Vieques. Hablo de mi memoria; quizás haya mejores ejemplos más recientes.
Lo único que llevo repitiendo estos últimos días es: “La gente está cansada... La gente está cansada”. Creo que deben comprender lo siguiente: toda entidad, sea individual o colectiva, tiene una soga que se parte por lo más delgado. Si bien se están dando estas manifestaciones ahora, sería de ingenuos pensar que se deben exclusivamente por lo que ha pasado en esta última semana. Esto es un mal, tipo bacteria, que lleva tiempito cocinándose en las conciencias del pueblo y en el diario vivir de los isleños. La masa, haciendo alusión a la canción de Silvio, maduró a su tiempo de cantera. Está cansada, eso pasa. Pero ¿por qué ahora?
Se puede responder de varias maneras, a lo que trataré de hacer justicia. Y de ninguna forma busco simpatizantes ni loas. Quiero expresarme desde la distancia. En este día, me toca ver el revuelo desde los nuevayores, quizás como pasó con muchos cuando los Gritos se anunciaban como señales de humo. Y de paso les confieso algo que a varios de ustedes no les va a gustar ni chispa, pero no me bautizaron como Billetito de Cien, me bautizaron como Carmen Eugenia. Mientras unos se quejan de sufrir vergüenza por lo que se está viendo por los medios, a mí me da un sentimiento de satisfacción casi hedonista. Me gusta que el mundo vea a mis compatriotas vocalizando sus miserias y sus disgustos, que los vea fuertes y dispuestos a plantarse en nombre de su dignidad como pueblo. Estoy harta, pero sinceramente harta de que Puerto Rico siga proyectándose como la colonia dócil y obediente, sin agencia ni ímpetu. Qué bueno que fuera del Caribe la gente se está enterando de que los puertorriqueños saben quejarse, y de qué quejarse.
Y mientras leen esto, a muchos de ustedes les pasa ese pensamiento de que “pero eso de vandalizar y quemar propiedad pública no es protesta, sino poca vergüenza”. Esta mañana vi fotos de cómo cubrían los grafitis con pintura y reparaban/removían los escombros de lo dañado. Gente, ojalá que el problema de Puerto Rico se pudiera resolver con una manito de pintura y reemplazando una pieza por otra. O poniendo cintas de precaución para que tengan cuidado de no pasar. Si el vandalizar y quemar algo resolviera este problemón, ¡pues que lo quemen todo! Lamentablemente, la situación es una de confianza y fe rotas, y viene con tremenda cola.
Imagínense lo siguiente: el líder de un pueblo se envuelve en actividades que comprometen su moralidad y su capacidad de representar a una nación con integridad. Y nadie hace nada porque muchos le apoyan el comportamiento. Este es el Estados Unidos que tenemos ahora mismo: lugar donde el racismo, la xenofobia, la violencia de género y la supremacía blanca están liderando los discursos presidenciales. Y se dan sus protestas aquí y allá, pero también se dan los grupos defensores de las políticas retrógradas de esta administración. Puerto Rico está marcando claramente su desconexión cultural, social y política al no tolerar que ni en privado se le trate de pendejo (énfasis original). El hecho de que mi país no aguante que ni en privado se le trate como persona de vida alegre me enorgullece, porque me dice que al menos, en ese aspecto moral no hemos sido colonizados. Es algo que, además de nuestra lengua y cultura, nos separa del norte imperial.
Debo decir que me dio mucha risa leer los comentarios de la gente que defendía al hijo de Pedro, diciendo que nadie tiene un chat santo y que en privado todos somos así. Claro, esas son las mismas personas que de enterarse de que sus jefes, superiores o personas a las que acuden para quejarse, compartir sus preocupaciones y buscar soluciones utilizan su poder para mofarse de ellos, formarían un despelote. Si se hubiera presentado un chat de los panitas egresados de la universidad, del barrio o del “book club”, la cosa hubiera sido otra. Pero estamos hablando de un grupo de funcionarios electos que trabajan juntos representando las necesidades colectivas, y demostraron usar su “valioso” tiempo para ‘espellejar a los de arriba, a los de abajo, a los representantes de nuestra cultura, a los de la diáspora y, por ende, mostraron su desdén hacia la masa. Avísame cuando a ti te guste que tu cónyuge o tu jefe hagan un vacilón con tu dignidad. Esa es la diferencia.
Por menos han perseguido a otras personas. No puedo recordarme de cuántas mujeres fueron destituidas de sus títulos de belleza y hasta criminalizadas por sacarles de la nada videos porno o fotos de antaño que ya no las representan. Para eso, las excusas de la privacidad y el pasado no tenían justificación. Entonces, ¿para esto sí? Les voy a recordar algo más: estamos viviendo en un tiempo en el que la misoginia, el atropello y la intolerancia están siendo llamados por su nombre. Nuestras generaciones más jóvenes se conectan, discuten a través de los medios, tienen mejor acceso al pasado histórico que muchos pretenden haber olvidado. En el 2019 es fácil revivir y releer los titulares que anunciaban los desastres de los cuatrienios del 1992-96 y del 1996-00; es tan increíble que pasa por plagio. Que nuestros artistas locales puedan hacer caricaturas comparando el lío de la Keleher con el del Fajardo es irónicamente fascinante. Dijo un escritor que aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo. Entonces, no se agiten si los de ahora están compensando por lo que no hicieron los de antes.
Puerto Rico tiene una voz con acento de lucha y con una mínima interferencia descolonial. Es mi más profundo deseo que la situación no escale a la violencia ni a la etno-fobia. No se preocupen por la policía, que para eso se entrenaron y saben cómo manejar la situación. Y como nota final les digo que, si el vandalismo no resuelve nada, probablemente una renuncia tampoco. Pero la diferencia es que una renuncia sería cumplir con el propósito principal de un representante político: obedecer la voz del pueblo.
Sueñen en grande y vuelen alto.