18 de noviembre
de 2022
Moisés y yo
17 de septiembre de 2022
Arecibo, PR
Siempre que vengo a Puerto Rico, lo hago con la intención de tocar base con mis orígenes, regenerarme y regodearme en lo mío. Es necesario hacerlo porque si no, me pierdo en el proceso de la vida cotidiana en Nueva York. No bien se ha cumplido una semana de estar aquí y ya he tenido más de uno de esos momentos reveladores de mi "historia de origen".
En estos días, tuve una conversación profunda con Moisés. Por si todavía no saben quién es, él es el papá que se encontró conmigo a mitad de camino. Entiendan algo: el que tengan hijos no quiere decir que decidan ser sus padres. Yo siempre quise tener papá, pero el que me hizo con mi mamá decidió no ser mi padre. Pero este señor sí. Y yo accedí a ser hija de él, de su esposa y compartir el núcleo familiar con sus hijas cuando la oportunidad se ofreciera.
En fin, estábamos hablando de las vicisitudes con las que se encuentran personas como yo, graduadas de la Escuela Superior Dra. María Cadilla de Martínez: salir de escuelas públicas y de poca fama social para entrar al mundo del académico blanco y occidental. Él me preguntó que si yo había sentido el efecto de eso en mi experiencia de educación graduada y le dije que sí.
Pero, la he sentido (irónicamente) con mis compatriotas en Nueva York. Le expliqué que por más que trataba de hacer "clic" con ellos, nunca se hacía concreto y que ellos siempre terminaban juntándose con otra gente o entre ellos mismos. También le dije que hace tiempo, noté que estos compatriotas vienen de colegios privados y de padres de (mínimo) clase media/trabajadora. Por ende, yo sentía más el desplazamiento por clase social en Nueva York que aquí. Que era difícil poder crear amistades sólidas con ellos cuando yo soy la que vengo de pobreza. Pobreza no en el sentido de que viviera debajo de un puente, pero se vivía con lo que se necesitaba y cero vida social.
A lo que él responde que en realidad, no solo venía yo de una pobreza económica, sino también de una pobreza académica, porque en mi casa no existía el concepto ni el acceso a la academia. Déjenme decirles que esa realización lleva días trabajándome en el sistema y les cuento por qué.
Lo que él me dice es que en realidad, en casa no se tenía conciencia de qué ni cómo se llega a la universidad. Muchos de uds. tienen padres que los pudieron llevar a orientaciones, ayudar a llenar formularios, conocían la jerga académica, pero en casa no. En casa, lo único que existía era el deseo de ir a la universidad y ser maestra. Sin embargo, mis maestros, desde hace rato, sabían que eso no era suficiente.
Entonces, en ese momento, todo me hizo sentido. Las veces que Mami cuenta de cómo Esther la llevaba al CUTA a entregar documentos, cuando Juan José nos llevó a recoger un cheque en el DE, cuando Moisés me escribió una carta de recomendación y me dio mi primera computadora porque en casa eso ni se había considerado... Se me llenan los ojos de lágrimas al darme cuenta que si no hubiera sido por mis maestros, yo no llego a la universidad. Esa es mi realidad y wow... Qué honor y qué privilegio.
No me malinterpreten. No estoy diciendo que mi mamá no contribuyó. Todo lo contrario. De no existir la disposición de ella en dejarse guiar y tomar los consejos, el proceso hubiera sido casi nulo. Y le agradezco tanto a Dios de que Mami fuera la bisagra que conectara todo en ese momento, porque tanto ella como yo estábamos aprendiendo de esa cosa llamada "academia".
Él me revela que seguramente, mis compañeros compatriotas tienen padres con grado académico y que desde pequeños/jóvenes habían discutido sus planes universitarios, mientras que yo solo podía SOÑAR con llegar a ser algo.
Esa realización me ha transformado porque es a lo lejos, en tiempo y espacio, que nos damos cuenta de que hubo un equipo empujándonos para llegar a donde estamos hoy.
Nunca estuve sola.
Mis maestros jamás me abandonaron.
Y graduarme de la Cadilla es una de las mejores cosas que me han pasado.